Puede decir lo que quiera de la temporada de béisbol de 1994. En serio: cualquier cosa. No se equivocará.
El 12 de agosto se interrumpió la temporada por cuestiones laborales y el 14 de septiembre se canceló por completo. Fue el equivalente a encontrar un manuscrito de Salinger abandonado en un sótano... y no hace falta mucha imaginación para convertir el primer borrador de esta historia de béisbol en un cuento de hadas: Tony Gwynn se hubiera convertido en el primer jugador desde Ted Williams en batear .400; Matt Williams hubiera batido el récord de jonrones en una sola temporada de Roger Maris; los Expos hubieran ganado la Serie Mundial y el equipo continuaría en Montreal, jugando en un céntrico y vanguardista estadio .Hace veinte años, se jugó una temporada de béisbol que pudo haber sido y no fue. Cada equipo jugó por lo menos 112 partidos, algunos de ellos jugaron unos cuantos más, pero sin un desenlace. Se entregaron premios a los jugadores más valiosos y el Cy Young, pero no hubo campeón de la Serie Mundial.
La página está en blanco. Escriba el final.
Jonathan Daniel/Getty ImagesOlvídense de Pete Rose. En 1994 (sin mencionar antes y después), Tony Gwynn era el rey del hit.
La eterna imagen de un hombre: Tony Gwynn sentado en su locker antes y después de los juegos, hablando sobre bateo, mientras sostiene el bate entre las manos. Ajusta el agarre del bate constantemente, con nerviosismo, como si estuviera esperando que una bola rápida atravesara el vestidor en cualquier instante y quisiera estar listo para el momento.
Gwynn gozaba de buena salud en 1994, un sabio bateador libre de la lesión en la rodilla que lo aquejó hasta después de los 30. Decía a todo el que quisiera escucharle que sentía que estaba llegando al punto óptimo de su carrera: en el que la combinación de su fortaleza mental y física le permitían a su cuerpo aprovechar al máximo el potencial de sus vastos conocimientos.
"Caminaba por la casa club durante los entrenamientos de primavera diciendo: 'Qué bien me siento. Qué bien me siento'", dice su compañero de equipo de los Padres, Bip Roberts. "Cuando bateaba, la pelota siempre salía volando. En ese momento los muchachos comenzaron a hablar en la casa club y en la banca: Posiblemente batee .400. Te digo, lo vimos desde un principio".
Solo un conocedor podía distinguir la diferencia entre Gwynn en su forma espectacular y Gwynn en su forma normal. Bateó .358 en 1993 y .368 en 1995, así que el '94 no era un año atípico. Aun así, había algo distinto en la manera en la que golpeaba la pelota y esta encontraba la grama desatendida del outfield. Es el año en el que Gwynn pasó de ser un maestro a un mago. Esa diferencia, diminuta pero perceptible, fue la razón por la que parecía probable, desde el primer día del entrenamiento de primavera, que podría ser el primero en batear .400 desde Ted Williams en 1941.
"Sacaba puros balazos", dijo Roberts. "¿Una slider de puerta trasera? Encontraba la forma de hacer un hit. Los mejores lanzadores zurdos, diestros, relevistas... no importaba. Tenía 34 años y se sentía bien físicamente. Si te sientes realmente bien y saludable a los 34, entonces eres un mejor bateador que a los 21 años. Creo que él también se dio cuenta de que las cosas eran distintas. Estaba muy motivado. Su energía alcanzó un altísimo nivel en el entrenamiento de primavera y así se mantuvo".
Matt Williams conectó dos cuadrangulares en el primer día de la temporada contra Zane Smith de los Piratas. Pensó que había tenido suerte: que había hecho el swing donde habían lanzado la pelota, que había golpeado por suerte un par de ellas, que había adivinado correctamente. Algo por el estilo.
Otto Greule/Allsport/Getty ImagesMatt Williams era un bateador de poder antes de 1994. Pero en esa temporada su poder fue casi ilimitado.
Williams, ahora manager de los Nacionales, es uno de los beisbolistas más exitosos y humildes del mundo. Como jugador, podía encontrar una nube oscura en el cielo azul más despejado. Podía conectar un cuadrangular y recorrer las bases con la cabeza agachada y las piernas moviéndose a doble tiempo, como si se disculpara por la interrupción. Hiciera lo que hiciese, no se impresionaba en absoluto por sus logros.
Bateaba después de Barry Bonds en la alineación de los Gigantes del '94, y desde el inicio de la temporada, él sabía que vería más rectas que un catcher en el bullpen. A finales de abril ya sumaba 10 jonrones, y exactamente un doblete.
"Era una de esas situaciones extrañas", dijo Williams. "No estaba teniendo un muy buen año. No estaba bateando .330 y golpeando la pelota. Incluso estaba por debajo del promedio de mi carrera durante esa temporada. Pero, de vez en cuando, le pegaba con fuerza a la pelota".
Seguía topándose con ellas, hasta que amenazó con hacer historia. Conectó su vigésimo jonrón el 5 de junio y su vigésimo quinto, el 23 de junio. Ken Griffey Jr., Frank Thomas y Bonds tenían cifras similares y recibían mayor atención. "Nadie hablaba conmigo al respecto", dijo Williams, sentado en la oficina del manager visitante en San Francisco a principios del verano. Se encogió de hombros; el brillo de su cabeza calva reflejaba la luz del salón. "Con todo lo que estaba sucediendo, simplemente no era tema de conversación".
Su temporada '94 fue descrita de forma poco llamativa:
"Fue el año del 1 en 4, con un solo cuadrangular".
Durante años, el sonido que reinaba en el Estadio Olímpico de Montreal era un tipo de aplauso invertido: el ruidoso chasquido de los firmes resortes de los asientos del estadio que se plegaban cuando los fans se marchaban a casa, por lo regular, cerca de la séptima entrada, cuando era evidente que los Expos se dirigían a otra derrota. El juego de béisbol se desarrollaba dentro de una enorme máquina de palomitas.
Los Expos eran jóvenes y siempre estaban a favor de mejorar. En los 25 años de su existencia, llegaron a los playoffs solo una vez, en la temporada de 1981, que se dividió en dos. A lo largo de la historia del equipo, las decisiones de los directivos -- basadas en las realidades de las finanzas de los equipos pequeños o en la mezquindad de los dueños: usted decida -- impidió que se alcanzara el potencial. Después de cuatro o cinco años -- "Era el modelo universitario", dijo el excomentarista Dave Van Horne -- los mejores Expos se esparcieron por el aire, como semillas, antes de que la juventud pudiera convertirse en experiencia y el potencial, en logros.
Rich Pilling/MLB Photos/Getty ImagesPedro Martínez se unió a los Expos en el 1994, y ganó 11 partidos antes de la huelga.
En 1993, los Expos terminaron en segundo lugar de la División Este de la Liga Nacional y se convirtieron en el caballo negro en el '94. Por primera vez, la base formada por jugadores jóvenes y entusiastas -- dirigidos por Felipe Alou -- obtuvieron resultados suficientemente buenos, en poco tiempo.
Contaban con los jardineros más rápidos, inteligentes y atléticos de todos los tiempos: Larry Walker,Marquis Grissom y Moises Alou. Hicieron un cambio por Pedro Martínez, y renunciaron al favorito Delino DeShields, en la offseason. El receptor Darren Fletcher era un jugador de primera categoría y el lanzador abridor,Ken Hill, fue una revelación. El bullpen -- con los cerradores Mel Rojas y John Wetteland -- hacía que los partidos se definieran en seis o siete entradas.
"Sé que es obvio, pero ¡vaya equipo!" dijo Sean Berry, el tercera base de los Expos en '94 y ahora instructor de bateo de los Padres en ligas menores. "Cabe destacar que éramos mucho más rápidos que el resto. Todos en el equipo anotaban desde segunda en un sencillo y primera, en un doble... siempre".
El infructuoso intento de alcanzar al presuntuoso equipo de los Filis en el '93 formó la personalidad del club de los Expos. "Ellos moldearon nuestra actitud", dijo Fletcher. "Debías ser un poco prepotente y duros. Sabíamos que Montreal no era muy respetado. La nómina era de $10 millones, y lo único que decían era: '¿Qué hacen ellos aquí?' Todo el mundo necesita una motivación".
Y comenzaron 4-9 la temporada '94. Los asientos seguían cerrándose con fuerza en señal de disgusto.
El 9 y 10 de mayo, contra los Rojos, Gwynn no hizo un solo hit en partidos consecutivos. El 5 de mayo, contra los Dodgers, y el 16 de mayo, contra los Cachorros, Gwynn no hizo un solo hit en partidos consecutivos.
Estas fueron las únicas dos ocasiones en los 117 juegos que los Padres jugaron esa temporada (Gwynn jugó 110 de ellos) que terminó sin hits.
Cualquiera podría pasar por un mal momento, ¿no? Incorrecto. Para Gwynn, comenzar un juego 0 en 2 podía considerarse como una crisis prolongada.
AP Photo/Fred JewellNo importaba donde estuviesen colocados los defensores, ya que Tony Gwynn enviaba la pelota a donde no había nadie.
"Era el mejor bateador de bolas rápidas que jamás había visto", dijo el manager de los Gigantes, Bruce Bochy, quien se desempeñaba como entrenador de tercera base de los Padres en el '94, antes de convertirse en el manager del equipo la siguiente temporada. "Y ese año, bateaba las bolas rápidas mejor que nunca. Sin importar de quién se tratara, nadie podía vencerlo con un lanzamiento".
El 11 de junio, Gwynn iba 4 en 5 contra los Gigantes y elevó su promedio a .388. En una serie de tres juegos, sumaba siete hits. Esa temporada, contra San Francisco, llevaba 12 en 28.
"No podíamos descifrarlo ese año", dijo Williams. "No sabíamos cómo lanzarle. Ni idea. Lo intentamos todo. Poco después, decidimos lanzarle por el centro para que no supiera hacia qué dirección batear".
Los Padres perdieron el partido el 11 de junio, lo que significa que sirvió de metáfora para la temporada completa: cuatro hits para Gwynn, una derrota para los Padres. En ese momento hizo 22 en 39, y nunca logró mejorar mucho.
"Nos estábamos rompiendo la espalda trabajando, pero fue un año complicado", dijo Roberts. "Nos sentábamos en la banca o en la casa club y comentábamos: 'Vaya, lo va a hacer. Tony Gwynn va a batear .400'. Nunca habló al respecto, al menos no con nosotros, pero yo sé que el sabía que estábamos hablando de eso. ¿Por qué no habría de saberlo? Todos los días estábamos ansiosos por verlo".
Williams comentó: "Examinaba el campo. Era casi como si estuviera observando y dijera "Mira, ¿no hay nadie cubriendo ahí? Supongo que mandaré la pelota para allá".
Getty ImagesMatt Williams llevaba 43 HR al momento de iniciar la huelga, con buen ritmo para romper el record de Maris.
En los estadios de concreto multiusos, en forma de envase para cereal, de esa época -- San Luis, Cincinnati, Pittsburgh, Filadelfia, Atlanta -- la pelota sonaba como un misil saliendo del bate de Williams. El contacto era irregular, pero producía un sonido fuerte, que demandaba la atención de todos en el estadio. Cuando llegó la pausa para el juego de las estrellas, estaba bateando .251, pero con 33 jonrones. Más o menos en aquella época las palabras de elogio hacia él que decían que llevaba mejor ritmo que Roger Maris se convirtieron en algo cotidiano.
"Recuerdo que ese año decía: 'Caramba, no puedo creer que esa pelota haya rebasado la cerca", dijo. "Tal vez ese sea el motivo por el que nunca lo tomé en serio. Simplemente nunca sentí que fuera un buen año".
Williams nunca jugó más de seis partidos consecutivos sin un jonrón, y aun así, llegó a la pausa para el juego de las estrellas con solo siete dobles. "Un año muy curioso", comentó. "Cuando le pegaba, aparentemente siempre llevaba suficiente fuerza para ser un jonrón. Nunca volvió a ser así".
En el Juego de Estrellas en Pittsburgh, la atención se centró en el inminente strike, o Ken Griffey, Jr., o Barry Bonds, o Greg Maddux. "En realidad, nadie quería hablar conmigo, y me parecía bien", explicó Williams.
En julio, todo cambió cuando la revista "Sports Illustrated" puso a Williams en la portada.
"Sí, pero incluso eso reflejaba el mismo tono", indicó Williams. "Sí, está haciendo esto, pero no durará mucho. Estoy seguro de que mis compañeros de equipo probablemente decían lo mismo: 'En cualquier momento va a empezar a fallar'".
La escena suena falsa, pero los Expos juran que es verdad: Walker, jardinero derecho, y Grissom, jardinero central, solían jugar un pequeño juego para mantenerse entretenidos. Solían mirarse fijamente entre lanzamientos, un tipo de "gallina" en el outfield, y se retaban a no ser el primero en voltear a ver el lanzamiento.
¿Seguros de sí mismos? ¿Engreídos?
Grissom y Walker en ocasiones también intercambiaban guantes entre las entradas, por simple diversión.
Mitchell Layton/Getty ImagesLarry Walker bateó .322 y lideró la liga en dobles con 44.
"Nunca había jugado un béisbol tan fácil", dijo Berry. "No había estrés. O eras demasiado joven para saber qué es lo que convenía o demasiado bueno para que te importara".
La mala racha con la que comenzaron no duró mucho tiempo. Los Expos comenzaron a ganar y les gustó tanto el sentimiento, que no dejaron de hacerlo. La ciudad de Montreal se les unió. La asistencia en el estadio se incrementó. El sonido de las vuvuzelas -- por ese lado iban un paso adelante -- superó al sonido de los asientos plegándose.
Los Bravos se encontraban a la mitad de una minúscula dinastía en aquel momento, con 14 títulos divisionales sucesivos. Pero habían estado en la División Oeste de la Liga Nacional, hasta que la expansión los colocó en el Este y los convirtió en el principal rival de los Expos en 1994. En el primer encuentro como rivales de la división, los Expos ganaron dos de tres en Atlanta a principios de mayo, y otra vez en casa a finales de julio.
En la historia de los Expos publicada recientemente por Jonah Keri: "Arriba, arriba y a lo profundo", dijo Walker, "Después de la pausa jugamos contra los Bravos y los vencimos de nuevo. Recuerdo el momento en el que partimos de Atlanta y no parábamos de reírnos diciendo: '¿Estos son nuestros rivales?'"
Fletcher ríe y dice: "Sí, creo que teníamos un pequeño problema de actitud".
En el béisbol, las cosas siempre se compensan, ¿correcto? Es un axioma que ha tranquilizado a los equipos en crisis durante más de un siglo. Para cada batazo en línea que termina en out, un bateador hace un sencillo tras un swing corto. A menos que sea 1994 y usted sea Tony Gwynn, en cuyo caso usted es suficientemente bueno para rechazar la idea de la igualdad de condiciones para todos.
Cuando bateaba a tiempo, dirigía la pelota a la derecha o a la derecha del jardín central. Cuando lo engañaban con un lanzamiento con menos velocidad de lo normal, mantenía las manos lo suficiente atrás para usar su célebre swing al espacio entre tercera y campocorto. En 110 partidos, hizo 165 hits. Tuvo un promedio de slugging de .568 y terminó la temporada con un OPS de 1.022.
AP Photo/Frank PolichGwynn nunca dejó de batear, incluso ante la amenaza de una huelga a principios de agosto.
"Fue un verdadero artista ese año, un Picasso al bate", dijo Roberts. "En cierto momento de la temporada, me acerqué a él y le dije: 'Lo que estás haciendo en este momento, nunca había visto nada igual'. Él sólo sonrió".
El 11 de agosto, la última noche de la temporada 1994, con la huelga que ya se vislumbraba en el futuro inmediato y prácticamente todos los jugadores distraídos al punto del desinterés, Tony Gwynn hizo 3 en 5, bateando un sencillo a cada campo, y elevó su promedio a .394.
"De principio a fin", dijo Bochy, "será una de las temporadas más uniformes de la historia".
Durante una entrevista con la revista San Diego antes de su muerte este año, Gwynn dijo: "Todavía hoy, realmente creo que hubiera bateado .400".
Roberts es más enfático. "Nunca había visto a un hombre batear de esa forma", dijo. "Hubiera superado el .400 y se hubiera mantenido sobre el .400. No era mi opinión, todos en el béisbol estaban de acuerdo. Al verlo todos los días, no había duda alguna".
Sesenta y un jonrones. Parece un récord muy curioso ahora, ¿no creen? En 1994, Williams era el único en camino a sumar 62, de hecho, sí conectó 62 en una periodo de 162 juegos, desde septiembre de 1993, hasta mayo de 1995. Pero hubo otros beisbolistas en la conversación.
Williams terminó el 1994 con 43. Ken Griffey Jr. hizo 40; Jeff Bagwell, 39; Frank Thomas, 38; y Barry Bonds, 37. Fue un buen año para la ofensiva.
"Observaba a Barry todos los días", dijo Williams. "Recuerdo haber pensado: 'No importa lo que haga. De cualquier manera, Barry me va a ganar'".
Williams terminó con una de las más curiosas yuxtaposiciones estadísticas de la historia: 43 jonrones, 16 dobles. "Cifras curiosas", se lamenta.
"Nunca me he arrepentido de nada", dijo Williams. "Creo que nunca iba a llegar. La huelga era una conclusión predecible, todos lo sabían, pero no hubiera importado si hubiéramos jugado toda la temporada. ¿Realmente? ¿Yo? ¿En serio?"
Stephen Dunn/Allsport/Getty ImagesCliff Floyd y el resto de los Expos aprendieron a ganar bajo el mando de Felipe Alou en 1994.
John Wetteland, el representante del sindicato de los Expos, comenzó a sentirse más como un vocero que un relevista. Todos los días había reporteros esperándolo en su locker, listos para escuchar las novedades laborales del día.
Un día en julio, se acercó a Fletcher.
"Fletch, necesito ayuda", dijo Wetteland. "Esto me está desgastando".
Fletcher se convirtió en el vocero de respaldo, y la labor comenzó a mermar su entusiasmo para la temporada. "Era una pesadilla", comentó. "Después de la pausa para el juego de las estrellas todo fue cuesta abajo".
Fletcher fue uno de los seis Expos en jugar en el juego de las estrellas, un momento al que llamó: "el ápice de la Nación Expo". Se le debe recordar que Montreal jugó su mejor béisbol después de la pausa. De hecho, los Expos terminaron la temporada con 20 victorias en sus últimos 23 juegos, para terminar 74-40 y llevaban una ventaja de seis juegos sobre los Bravos en la División Este de la Liga Nacional. "No recuerdo que las últimas semanas hayan sido muy divertidas", dijo. "Podíamos ver la tormenta en el horizonte. Definitivamente lo podíamos percibir en los clubes de las ligas mayores".
Muchos jugadores, de forma consciente o no, estaban distraídos en los juegos. ("La última semana fue especialmente mala", señaló Fletcher). La intensidad disminuía con cada intento fracasado de evitar un paro.
"Después de la pausa, se materializó", dijo Van Horne, ahora transmitiendo para los Marlins. "Era evidente que la relación entre los dueños y el sindicato se había vuelto áspera. Estaba claro: si los dueños iban a obligar a los jugadores a aceptar, estos se marcharían.
Cuando nos golpeó la realidad, todos nosotros -- locutores, los medios de comunicación de Montreal, todos aquellos relacionados con el club -- sabíamos que sucedería, pero pensábamos que no duraría mucho tiempo. Dos semanas, pensamos, y las cabezas frías prevalecerán. Yo, así pensaba. Probablemente era una ilusión".
Ronald C. Modra/Sports Imagery/Getty ImagesUna tremenda temporada para Moisés Alou: 22 jonrones, 78 remolcadas y promedio de .339.
Las últimas dos semanas de la temporada fueron una madeja de confusiones, desinformación y enfados. Los equipos que se encontraban de viaje cuando se aproximaba la fecha límite del 12 de agosto escucharon rumores de que los directivos los habían abandonado, para que encontraran sus propios alojamientos con su propio dinero.
El 11 de agosto, después de que los Expos se impusieran a los Piratas en Pittsburgh y la huelga pasó de ser probable a inevitable, el gerente general de los Expos, Kevin Malone, se presentó ante el equipo y dijo: "Si ustedes se declaran en huelga esta noche, tendrán que encontrar la forma de llegar a casa".
Los jugadores lo observaron y la incredulidad se convirtió en ira.
Malone se quedó a la expectativa.
"Es broma", dijo.
Donald Fehr les dijo a los jugadores que se fueran a casa, que no se veía bien que se quedaran merodeando. Así que los jugadores se dispersaron como una multitud después de un disparo; las esperanzas de que la temporada reanudara disminuían un poco todos los días.
"Fehr había lanzado una voz de alerta mucho tiempo antes", dijo Fletcher. "Definitivamente había un sentimiento de que ocurriría. Sería algo grande. Los dueños estaban pidiendo demasiado en poco tiempo".
Hasta la fecha, Van Horne lleva una tarjeta 2x2 laminada en su cartera con el roster de los Expos de 1994 y las estadísticas hasta el 12 de agosto. Llamó la rueda de prensa de Bud Selig del 14 de septiembre, en la que se anunció la cancelación del resto de la temporada -- Serie Mundial y todo -- "aquel temido anuncio".
Los Expos organizaron una reunión a finales de marzo de este año durante una serie de exhibición entre los Azulejos y los Mets en el Olympic Stadium. Se habló sobre cómo hubieran cambiado los acontecimientos ocurridos si se les hubiera permitido terminar la temporada. Iban en camino hacia atraer a dos millones de fans, y el éxito del equipo había dado impulso para un estadio en el centro de la ciudad.
Además, están convencidos, obviamente, de que el título de la Serie Mundial era inevitable.
"El sentimiento de que nos engañaron aumentó con el paso de los años", dijo Berry. "La vida activa de la mayoría de los atletas es limitada. No tienes años para regalar. El equipo probablemente hubiera salvado el béisbol de Montreal".
Williams considera la temporada perdida como una fuente de diversión, como si solo él comprendiera la desconexión que existe entre percepción y la realidad. Es posible que Gwynn haya perdido su mejor oportunidad de hacer .400, pero su talento hizo que cada año fuera posible.
Para los Expos la situación fue otra. Relegados a una nota al pie de página de una historia inconclusa, se les privó de algo mucho más importante que unos cuantos juegos y la oportunidad de ganar la Serie Mundial.
"Esto es lo más lamentable del asunto", dijo Fletcher. "No tengo ningún recuerdo concreto de algún partido o jugada o hit. El trabajo hecho fue bueno, pero cuando nos reunimos no podemos decir: 'Perdimos el tercer juego de la Serie Mundial, pero nos recuperarnos y ganamos de cualquier manera'. Nos costó ese momento.
"¿No les parece triste?'"
AP Photo/Tim JohnsonEl final. Luego del último juego de los Padres, Gywnn, con las manos en la cabeza, se lamenta por lo perdido.
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