David Américo Ortiz Arias ha tenido que librar duras batallas en su carrera. Primero en Minnesota lo acompañaba la duda eterna de una organización a la que nunca pudo convencer.
Esa situación lo llevó al extremo de pensar en abandonar todo, al punto de que su padre, Leo Ortiz, tras una conversación con su hijo que le daba todas las señales de que iba a recoger “sus motetes”, tuvo la sapiencia de coger un vuelo hacia Florida para calmar a un frustrado vástago que en ese momento le daba lo mismo enrumbarse por otro sendero en la vida.
El testimonio de don Leo, expuesto en nuestro espacio Círculo de Grandes Ligas, es solo una muestra de lo que David ha tenido que superar. Después que Minnesota lo deja libre en 2002, arribó a Boston sin nada seguro y con muchas interrogantes por responder.
Hoy es toda una leyenda de los Medias Rojas, pero ese ascenso ha sido “golpe a golpe, verso a verso”, como diría el poeta.
Aún así, el tema del bateador designado, una posición que Ortiz encontró en las Grandes Ligas y por la que muchos han pasado sin tener sus números, ha sido una especie de “espada de Damocles” que pende sobre sus reales posibilidades de ser miembro del Salón de la Fama de Cooperstown.
Y ante tantas barreras, David solo sabe dar palos, especialmente en los llamados momentos de la verdad, ganar coronas y elevar mucho más su figura.
No solo tiene tres anillos con Boston (2004-2007-2013), sino que sus números (459 cuadrangulares, 543 dobles, 1520 impulsadas y un respetable promedio de bateo de .285) son fuera de serie.
David se la pone difícil a todo el que cree que no merece un nicho en Cooperstown. Pero extremadamente difícil.
*El partido del Lunes no estas incluido
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