AMOR

AMOR

Enlace permanente de imagen incrustadaNo hay pregunta más compleja de responder en la LVBP, hoy. ¿Qué pasa con los Cardenales?

Lara quedó fuera por quinta vez en los últimos seis torneos. Es demasiado.

¿Puede aducirse que hay mala suerte, cuando la mala racha ha sido tan prolongada?

Responder con honestidad es el comienzo de la ruta que conduce a la salida de esta profunda crisis. Al mismo tiempo, responder con sinceridad es un asunto más que difícil.

La clave del éxito en los años 90 y 2000 estuvo en la presencia de una generación competitiva, acaudillada por Robert Pérez, Luis Sojo, Giovanni Carrara, Miguel Cairo, Edwin Hurtado, Kelvim Escobar y otras figuras locales, alrededor de quienes se estructuró una divisa potente, siempre protagonista.

Este elenco de ahora no iguala las glorias de aquel. Tampoco existe un pacto de trabajo que permita la venida de importados de primera, como algún momento fueron Roy Halladay o Tim Crabtree, esos que ayudaron a forjar la dinastía crepuscular.

¿Falla de la gerencia? ¿Problemas para detectar y firmar talentos venezolanos? ¿Falta de ojo clínico al buscar refuerzos extranjeros?

Aquí comienza la tarea compleja, desentrañar dónde están las claves de la eliminación. Porque el alto mando hizo el trabajo al traer una importación valiosa, al menos en lo que respecta a los lanzadores.

No hubo rotación más estable que la de los occidentales. Llegaron a tener una seguidilla superior a 20 presentaciones de cinco o más innings, cuando el elenco mejor jugaba. Tuvieron la capacidad de traerse a un grandeliga como Erasmo Ramírez, pero también ayudaron criollos como Raúl Rivero y César Jiménez.

La adición de Carlos Rivero y César Hernández probó ser exitosa. Y el cambio para adquirir a Jesús Montero por fin iba a rendir fruto, hasta que los Marineros de Seattle decidieron dejar al inicialista carabobeño en Estados Unidos, acondicionándose físicamente.

El bullpen estuvo mejor que en años recientes, pero mayormente gracias al aporte foráneo. Sigue siendo necesario un grupo de nativos capaz de lanzar del sexto al octavo o noveno actos. Allí están los nombres: Néstor Molina, Edwin Escobar, Luis Avilán, Eduardo Figueroa, Richard Castillo, pero los resultados no son equivalentes a los tiempos de Carrara y compañía.

Este inconveniente era conocido y el alto mando trató de abordarlo. La solución de corto plazo, de hecho, fue la adecuada: la efectividad y números colectivos de los extranjeros resultó notablemente mejor que la del contingente venezolano.

No fue así en el apartado ofensivo. El inesperado fracaso de Joe Thurston, Brian Hernández, Delwyn Young y J.C. Linares apenas fue compensado por el clamoroso aporte de Paulo Orlando. Pero quizás sea una injusticia verlo de ese modo, cuando se logró la tarea más difícil: conseguir buen pitcheo allende las fronteras.

¿Fue Félix Fermín el problema? Posiblemente no. Pero como pasó con otros aspectos de la novena, es difícil precisarlo.

La razón de tal dificultad radica en el pésimo inicio del club. Si en vez de comenzar con 2-13 empieza con 3-12, no digamos que con 7-8, los Cardenales habrían clasificado sin problemas.

Lo peor no es haber quedado fuera por quinta vez en seis años. Lo peor es que esa mala racha de octubre lo eclipsa todo. Impide ver clínicamente lo sucedido y cuáles son los errores que pueden corregirse.

Una cosa sí está clara: urge que la generación de Juniel Querecuto y Elvis Escobar dé un paso al frente, acompañe a los Valbuena, los Noriega, los Izturis, y asuma el protagonismo. Mientras no exista un sólido núcleo criollo, como en el pasado, Lara seguirá sufriendo para clasificar.


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