SANTO DOMINGO. Albert Pujols o Miguel Cabrera vs José Ariel Abreu; David Ortiz o Andrés Galarraga vs Yoenis Céspedes; José Reyes o Bobby Abreu vs Yasiel Puig o Pedro Martínez y Juan Marichal vs Luis Tiant y Camilo Pascual. También puede ser Tony Fernández o Omar Vizquel vs Alexei Ramírez o Rey Ordóñez.
Libros, tesis y versiones de expertos atribuyen las irrupciones dominicanas y venezolanas a las Grandes Ligas en la segunda mitad del siglo pasado a la coincidencia con la apertura del béisbol estadounidense al talento exterior y negros nativos con la revolución cubana, que eliminó el profesionalismo en la mayor de las Antillas y evitó el flujo en masa de su talento al Big Show.
La reanudación de relaciones diplomáticas y comerciales anunciadas el miércoles entre la Unión Americana y la tierra de José Martí abre la interrogante sobre la manera en que el material cubano pudiera impactar a los principales suministradores de peloteros: República Dominicana y Venezuela.
El legado quisqueyano y bolivariano es incuestionable, no se les ha regalado nada. De acuerdo con Baseball Reference, el jugador promedio que llega a las Grandes Ligas permanece una media de 5.6 años. De los 634 criollos que han alcanzado la Gran Carpa 228 han superado los seis años, es decir un 36%. Del grupo hay 77 que han asistido al menos una vez al Juego de las Estrellas.
En el caso de los venezolanos de los 321 ligamayoristas hay 110 que han superado las seis campañas o el 34%, en ambos casos dos marcas registradas que han ganado todo tipo de premios y lideratos individuales.
Lo cierto es que ni el material cubano que desembarcó en el principal béisbol del mundo antes o después de la revolución de 1959 ha demostrado ser superior al dominicano o venezolano.
Aterrizaje en masa
Si bien Rogelio Álvarez fue el primero que se atrevió abandonar la isla para perseguir el sueño ligamayorista en 1963y Bárbaro Garbey lo hizo como uno de los aproximados 130 mil del llamado Éxodo del Mariel de 1980 no fue sino hasta que el lanzador René Arocha se quedará durante un intercambio en los Estados Unidos en 1991 que comenzara el maratón de deserciones.
Las actuaciones que comprobarán que ese talento estaba listo para impactar en la MLB tardaron en llegar, con los desempeños de Liván y Orlando Hernández y Danys Báez como excepciones.
Pero llegó la generación de Kendrys Morales (2006), Alexei Ramírez (2008), Aroldis Chapman (2010), Céspedes (2012), Puig y José Fernández (2013) y Abreu (2014) con impacto inmediato en un frenesí que abrió una catarata de millones, pero que oculta las actuaciones medias de jugadores de nivel reemplazo como Dayan Viciedo, Leonys Martín, Adeiny Hechavarria, José Iglesias, Brayan Peña, Yunel Escóbar, Bárbaro Cañizares, Juan Miranda o Michel Abreu.
Con el sistema actual de reclutamiento para peloteros nacidos fuera de los Estados Unidos (que puede expirar en 2016) , un jugador cubano mayor de 23 años o con cinco temporadas en la Serie Nacional puede ser firmado por el monto que los equipos de las Grandes Ligas estén dispuesto a dar una vez sea desbloqueado por el Departamento de Estado.
El modelo actual favorece a mayores de 23 años
En la actualidad, el pelotero cubano tiene una ventaja con relación a los jóvenes del resto del mundo, que deben someterse a unos apretados presupuestos que aprueba la Major League Baseball, que castiga a las organizaciones a dos años sin poder firmar por más de US$350 mil si exceden esos montos.
En el curso actual (julio 2014-junio 2015) la MLB aprobó US$79 millones que los 30 clubes pueden invertir en la caza del talento internacional. Pero sólo a Rusney Castillo, un jardinero nativo de Ciego de Ávila, los Medias Rojas de Boston entregaron un contrato de US$72,5 millones por seis años.
“Es altamente improbable que haya una apertura de agencia libre para todo el talento cubano. La MLB no lo quiere. Tampoco lo quiere el Gobierno cubano. Ambas partes querrán establecer algún orden para lo que será un proceso extremadamente complicado para todas las partes”, escribió ayer Ben Badler, que cubre especializado en el béisbol internacional para Baseball America.
Por Nathanael Pérez Neró
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