AMOR

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Greg Maddux y su precisión quirúrgica para colocar la pelota en strike. Tom Glavine y la concentración pasmosa para afrontar cualquier situación. Estas fortalezas los hicieron únicos, convirtiéndolos en dos de los mejores lanzadores del beisbol y ganadores del ticket que les abrió las puertas de Coopertown. En su camino hallaron en dos receptores venezolanos al compañero que entendió cada uno de sus estilos.

Eduardo Pérez y Henry Blanco se entendieron tanto con estos nuevos exaltados al Salón de la Fama que son dos de los catchers que más le recibieron en cada una de sus aplaudidas carreras.

Pérez quetchó 832.1 de las 5.008 entradas que totalizó Maddux en veintitrés años en las mayores. Nadie en las mayores hizo llave más veces que él con el conocido "Profesor".

"Le gustaba que, cuando no estaba pitchando, estuviésemos hablando, para estar en la misma página. Él era un pitcher difícil de entender. Lanzaba cambio adentro en 3-1 y 3-2, era automático. Eso no lo hacía nadie contra los derechos. Eran cosas difíciles de asimilar en esa época", recordó Pérez, ahora coach de bullpen de Atlanta. "Todos los años llegaba con algo nuevo. Quería cambiarles el menú a los bateadores. Tenía un control espectacular".

El ahora mánager de las Águilas del Zulia llegó a ser el catcher particular de Maddux, por encima del titular, Javy López. ¿La razón? Ambos se comunicaban a la perfección dentro y fuera del terreno. 

"Él intimidaba. Una vez tuvimos un altercado con San Luis. No tuvo miedo de pegársela a Mark McGwire, y se vaciaron las bancas. Cuando llegamos al dugout le dije: 'Oye, búscate a alguien más chiquito'. Él me dijo: ‘No necesito tu ayuda. Yo nada más con la mirada lo puedo calmar. Aquí nadie es más grande que nadie’. Nunca les tuvo miedo. Era él, no era más nadie. Tuvo mucho guáramo", agregó Pérez.

Blanco, por su parte, confesó haber sido un gran aprendiz del mítico pitcher derecho. Después de recibirle en los Bravos y Cachorros, su conclusión es que fue "el mejor; simplemente, el mejor".
 
En su mascota cayeron los pitcheos de Maddux durante 496.1 innings, siendo el cuarto receptor que más lo hizo. "Para mí fue un verdadero honor haberle podido recibir y compartir varias temporadas con el 'Profesor'", soltó hace unos meses el técnico de Arizona.

Calma inquebrantable 
Mientras Maddux sorprendía con su gran repertorio, Glavine triunfó principalmente con su recta y cambio. El detalle, según Pérez, que le recibió 148.0 IL, es que ambos pitcheos los tiraba en diferentes velocidades y afuera. "Los bateadores sabían qué les iba a tirar, pero no podían darle. Los frustraba".

"Glavine tenía siempre una serenidad y una calma que nos sirvió a todos. En la Serie Mundial del 95 lanzó ante 60 mil personas y él con la calma de siempre. Tiró ocho innings y un hit. Fue algo increíble", recordó Pérez, quien junto a Blanco acompañaron desde detrás del plato el camino de ambos lanzadores hacia la inmortalidad.

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