"Cincuenta mil espectadores en las gradas abucheaban", dijo Knorr. "Yo sabía que era bola. Sólo quería llevarla de nuevo al centro. Y él (el umpire) me da una palmada en la espalda y me dice, `no me hagas eso de nuevo. Sabes que fue bola, e hiciste que todos en el parque pensaran que era un strike. No lo vuelvas a hacer'".
En ese momento, Knorr no tenía la destreza de José Molina.
Usted lo ha visto. Durante la transmisión televisiva, la cámara en el jardín central apunta al guante, donde el receptor trata de hacer que un lanzamiento malo sea cantado como strike.
A veces funciona, a veces no. Técnicamente, es trampa, un truco de pura astucia en el béisbol.
¿Cuánto influye en el juego? Más de lo usted cree. En la era de la sabermetría, donde todo es analizado y mensurable, los equipos pueden calcular el número de carreras que un receptor puede evitar con el arte de engañar la ubicación del pitcheo. Hay cibersitios dedicados al tema, con fanáticos de las estadísticas analizando minuciosamente la localización de cada lanzamiento, además de tabular los catchers más diestros.
Los equipos también están pendientes. Knorr es el coach de banca de los Nacionales de Washington, que han destinado más recursos al análisis estadístico en años recientes bajo el gerente general Mike Rizzo. En esta pretemporada, Rizzo negoció un canje con los Rays de Tampa Bay para adquirir a José Lobatón, en parte porque el receptor venezolano es bueno para hacer ver que una bola sea strike.
¿Y de quién aprendió Lobatón la habilidad? Del mismo gurú, el puertorriqueño Molina.
"Es como esos pitcheos afuera de la esquina que uno cree que es bola, pero uno puede conseguir que sea un strike", comentó Lobatón. "He tratado de hacer lo mismo. Pero yo no soy como él. Lo intento, pero no puedo".
Una media docena de strikes extra en un juego pueden marcar diferencia. El mánager de los Rays Joe Madden dijo en una ocasión que Molina es responsable de evitar 50 carreras en una campaña debido a su capacidad para engañar. Otros estimados arrojan resultados divergentes, pero el consenso matemático indica que la sutileza de Molina con el guante deriva entre tres y cinco victorias cada año. Con eso se puede ganar o perder un banderín.
"Cualquier pitcheo que pueda cambiar la cuenta de esa forma, ya sea a 2-1 o 1-2, es el máximo cambio que se puede tener", comentó el relevista de los Nacionales Drew Storen. "Te permite tener buenas cuenta. Te ayuda a sacar outs. De que ayuda, ayuda".
Entre los colegas de Molina que también sobresalen en la práctica, se encuentra su hermano Yadier Molina, de los Cardenales de San Luis, y Jonathan Lucroy de los Cerveceros de Milwaukee. El denominador común de todos es poder realizar movimientos sutiles con la muñeca y el codo mientras el resto del cuerpo permanece rígido.
Lucroy, con un peso que no pasa de las 200 libras (90 kilos) aprendió a hacer de las suyas, pese que su físico no es uno que se presta para hacer el truco.
"Es extraño", dijo el cerrador de los Cerveceros Jim Henderson. "Uno cree que si como pitcher no aciertas (tirando al plato), con un blanco tan pequeño, no te darán el strike, pero se las arregla para conseguir con los parámetros del plato".
Este artículo no estuvo sujeto a la aprobación de Major League Baseball ni sus equipos.
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