AMOR

AMOR


Por Ignacio Serrano


Pete Rose con los Leones
Josh Lowey es un caso raro. Jamás ha soltado una pelota en clase A, ni siquiera en categoría rookie. Tiene 30 años de edad, ha tenido tiempo suficiente. Pero no todos los jugadores del sistema colegial firman para jugar profesionalmente.

Algunos se quedan fuera del sistema de ligas menores y deben elegir entre seguir la carrera que estudiaron o probar en ligas independientes, lo que significa prácticamente renunciar al sueño de las Grandes Ligas.

Lowey ha sido exitoso para el Magallanes, a pesar de eso. Estuvo con el equipo durante la ronda eliminatoria, salió del roster y regresó para los playoffs, con la buena fortuna para él de que los turcos le tenían un cupo en el staff.

Sus tres salidas en enero han significado victorias para el equipo. Hoy le aplaude la fanaticada.

Lowey responde a lo que parece ser un nuevo perfil de importados para la LVBP. Desaparecieron los tiempos en que Pete Rose llegaba para pulir sus condiciones, tras haber sido Novato del Año en la Liga Nacional. Pasó la época en que cada divisa local contaba con 10 o 15 refuerzos venidos directamente de la gran carpa.

Tampoco es la era en que al menos llegaban esos prospectos de primera línea que las escuadras de la MLB querían terminar de pulir. Como parte de aquellas oleadas, llegaron jugadores como Cecil Fielder, el  mismísimo Barry Bonds y hasta Roy Halladay, a finales de los años noventa.

La última década había estado marcada por forasteros procedentes de triple A o doble A, con alguna experiencia arriba, en ciertos casos. Hoy vivimos los tiempos en que protagonizan los venidos de ligas independientes.

Lowey sigue en Venezuela porque no hay organización que lo mande a parar desde el norte. Necesita el dinero, para mantenerse y mantener a su familia. Los ingresos en circuitos no afiliados a las Grandes Ligas son reducidos. A menudo ganan mucho más en la LVBP que allá donde actúan el resto del año.

Lo mismo ocurre con Daryl Thompson, el ganador del primer juego por Anzoátegui. O César Valdez y Amílcar Gaxiola, iniciadores de la tribu en el cuarto y quinto de la serie.

Chris Leroux acaba de firmar contrato y estará en el spring training, pero su carrera está cerca de dar el giro definitivo fuera de la pelota organizada. De hecho, se ha quedado una salida más, y otra, y otra, porque los Navegantes han sabido pagarle una cantidad de dinero lo suficientemente tentadora, lo que es imposible de negar si no se tiene la certeza de contar con un trabajo fijo a partir de abril.

Máximo Nelson, al igual que Valdez y muchos de sus compatriotas dominicanos, ha venido en circunstancias similares a Lowey, Tiago Da Silva, Jon Hunton o Chris Smith.

Todavía vienen jugadores de doble A o triple A. Posiblemente son mayoría entre octubre y diciembre, aunque no lo son en esta final. Pero muchos, como Félix Pérez, Adonis García o Paulo Orlando, comparten algo en común, que quizás los haga más adecuados que sus pares angloparlantes: son latinoamericanos.

¿Es ese el perfil ideal del “nuevo importado”, el que puede quedarse toda la temporada? ¿Experimentado, a menudo agente libre en las menores y, de no serlo, al menos ser hispanohablante?

Parece el sino causado por las imposiciones de los equipos de la MLB y el acuerdo invernal.

Publicado en El Nacional, el miércoles 28 de enero de 2015.

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