AMOR

AMOR

Edgmer Escalona dice ser otro muy distinto a aquella joven promesa que lanzaba su rápida recta con la misma velocidad que aparecían los problemas, dentro y fuera del terreno.

Hace tres años, los Leones del Caracas decidieron cambiarlo a los Tiburones de La Guaira, equipo que representa al estado Vargas, sitio donde nació y donde dice que vivirá hasta sus últimos días.

-          ¿Le ha ido mejor con los Tiburones?
Ese cambio fue lo mejor para mí, pues me enseñó a ser más humilde, profesional y familiar. En el otro equipo me sentía como crecido, porque simplemente estaba en los Leones del Caracas. Aquí todos somos una sola cara y estamos en conjunto.

-          ¿Influye tanto el uniforme en la personalidad del jugador?
Cuando estás con los equipos más seguidos, como Caracas y Magallanes, te inflas. En aquella época era más joven y no tenía la mentalidad de ahora que soy padre, esposo y un hombre de familia. En ese momento solo importaba yo.

-          ¿Siente que maduró jugando para La Guaira?
Aquí soy líder e imagen a seguir. La fanaticada me apoya y me ama. Con eso basta y sobra para sentirse grande. Antes era un muchacho muy pretencioso.  Sentía que lo tenía todo. Me di cuenta que debía ser más humilde porque vengo de abajo. Eso es primordial en cualquier profesión. Yo cometí errores cuando joven y por eso les digo a los muchachos que no hagan ciertas cosas, porque después de eso viene el fracaso. Ya soy un adulto y un ejemplo.

-          ¿Quiénes lo aconsejan a usted?
Mi madre (Mercedes) y mi padre (Edgar). Llevo sus nombres tatuados en mi brazo. Siempre me han dado una buena educación. Algunas veces me he querido descarrillar y ellos son los que me jalan las orejas y me hacen ver que no estoy en el camino correcto. A mis 28 años todavía me están regañando. Mi esposa (Claribel) también me ha apretado las tuercas con una llave de presión. Ella es mi gorda bella. Es la que me dice “no vas a salir”, “tómate las medicinas” o “duérmete temprano porque mañana debes competir”. Todas las noches rezamos juntos. Ella me ha ayudado a superar el montón de cosas que me han ocurrido, como las veces que me han dejado en libertad y las suspensiones.

-          ¿Por qué sigue viviendo en Vargas?
Vivo en Naiguatá, donde crecí, me críe y surgí. Ahí nací y ahí moriré. ¿Para qué salir de tu país si aquí lo tienes todos? Yo sé que ahora es un problema conseguir harina pan (maíz), carne y hace falta un montón de cosas más. Pero, tengo fe en que esto va a cambiar y será como antes, cuando teníamos todo y éramos un país envidiado. Aquí tengo a mis padres y a ellos no los dejaré solos. Si dejo a mi mamá, me muero.
 

La panadería completa
Edgmer Escalona dice que de pocas cosas se arrepiente en su vida; incluso, de haber dejado los estudios a los 14 años para salir a trabajar y jugar volibol. “Me pagaban cualquier dinerito por eso”, comentó. “No debí hacerlo, pero al final fue lo que me ayudó a practicar beisbol y luego firmar a los 18 años. Para ese entonces solo llevaba el pan a la casa, ahora puedo llevar la panadería completa... No me salió tan mal, aunque creo que los jóvenes de ahora deben estudiar y prepararse porque la situación está bien difícil”, agregó.

Tips
-          Sus ángeles guardianes
Los escoltas de Escalona son los muchachos con los que creció en su infancia. “Son como mi ángel guardián porque no me desamparan de noche ni de día. Cuando les digo para ir a un sitio, ellos son los que analizan si es correcto o no ir a ese lugar. No solo se preocupan por mi seguridad, también me han dado ese apoyo de amigos.  Son como el hermano que perdí en la tragedia de Vargas”, dijo.

-          Hacia adelante por su hermano
El fallecimiento de su hermano fue lo que le motivó buscar un mejor camino. “Como mis padres no me pegaban, él era el único que me podía dar mis golpes para encarrilarme. Desde que dejó de existir, aprendí que tenía que echar para adelante y aquí estoy. No trato de ser mejor que nadie. Simplemente quiero hacerlo bien, pues si sigo así, me mantendré en la gloria, donde siento estar ahora”, explicó.


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